Todo lo que uno recibe es pasiónNo soy enfermo. Me han recluido. Me consideran un incapaz. Quiénes son mis jueces…Quiénes responderán por mí.Hice conducta de poesía. Pagué por todo.Sentí de pronto que tenía que cambiar de vida. Alejarme del mundo. Y me aislé. Me fui de todos, aun de mí…Hoy es la demencia un estado natural.Todas las palabras son esenciales. Lo difícil es dar con ellas.El delirio son instantes. Puede durar toda la vida.Mi poesía es toda medida.El arte tiene que volver a ser un acto de sinceridad.
(Jacobo Fijman)
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Alguna vez no les sucedio, que una persona se haya obsesionado con vos creandose una historia irreal, actuando como tu pareja, tu amante, tu amor.
Una historia que solo esa persona cree cierta, una historia que trae conflictos y reproches que uno no llega a entender, una historia peligrosa para quienes la padecen.
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"En el teatro uno crea personajes, pero siempre teniendo en cuenta que ese personaje creado no se coma al actor"...
En la vida real, muchas veces el personaje se come al actor, creyendose su propia verdad, la cual desconocemos.
Particularmente nos resulta dificil de comprender (debatiendo el tema en analisis Vivi y Vir), no catalogamos el "problema"(por asi denominarlo)como "locura", creemos que esto se debe a la "soledad" que hablamos anteriormente, cuando alguien se siente acompañada, importante, apreciada por otra persona, que tal vez solo brinda su amistad, lo absorve y lo convierte en un protagonista de una historia inventada; lo cual lleva a inventarse relaciones inexistentes y a reclamar mas atencion(no la atencion ya dada, sino una atencion elevada).
Tenemos que ser conscientes de que no todo en la vida se basa en encontrar a nuestra "otra mitad",nuestro "amor" o "media naranja", las relaciones amorosas cuando menos las buscamos, llegan...hay que saber aprovechar "las buenas amistades","los momentos compartidos" sin crearnos algo que no es...en ese caso solo logramos perder esas simples personas que suelen acompañarnos sin desear relacion amorosa alguna...
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EN EL LABERINTO
Más de veinte mil días avanzando, siempre penosamente, siempre a contracorriente, por esta enmarañada fundación donde giran los vientos y se cruzan en todas direcciones paisajes y paredes tapiándome la puerta. No sé si al continuar no retrocedo o si al hallar un paso no confundo por una bocanada de niebla mi camino. Tal vez volver atrás sea como perder dos veces la partida, a menos que prefiera demorarme castigando las culpas o aprendiendo a ceñir de una vez para siempre los nudos de la duda y el adiós, pero no está en mi ley el escarmiento, la trampa en el reverso del tapiz, y tampoco podré nacer de nuevo como la flor cerrada. Habrá que proseguir desenrollando el mundo, deshaciendo [el ovillo, para entregar los restos a la tejedora, comoquiera que sea, en el extremo o en el centro, a la salida. He visto varias veces pasar su sombra por algunos ojos, cubrirlos hasta el fondo; varias veces graznaron a mi lado sus cuervos. Perdí de vista fieles paraísos y amores insolubles como las catedrales. Encontré quienes fueron mis propios laberintos dentro del laberinto, así como presumo que comienza uno más donde se cree que éste se termina. Extravié junto a nidos de serpientes mi confuso camino y me obligó a desviarme más de un brillo de tigres en la noche entreabierta. Siempre hay sendas que vuelan y me arrojan en un despeñadero y otras me decapitan vertiginosamente bajo las últimas fronteras. Recuento mis pedazos, recojo mis exiguas pertenencias y sigo, no sé si dando vueltas, si girando en redondo alrededor de la misma prisión, del mismo asilo, de la misma emboscada, por muchísimo tiempo, siempre con una soga tensa contra el cuello o contra los tobillos. A ras del suelo no se distingue adónde van las aguas ni la intención del muro. Sólo veo fragmentos de meandros que transcurren como una intriga en piedra, etapas que parecen las circunvoluciones de una esfinge de arena, corredores tortuosos al acecho de la menor incertidumbre, trozos desparramados de otro mundo que se rompió en pedazos. Pero desde lo alto, si alguien mira, si alguien juzga la obra desde el séptimo día, ha de ver la espesura como el plano de una disciplinada fortaleza, un inmenso acertijo donde la geometría dispone transgresiones y franquicias, un jardín prodigioso con proverbios para malos y buenos, un mandala que al final se descifra. Ignoro aquí quién soy. Tal vez alguien lo sepa, tal vez tenga un cartel adherido a la espalda. Sospecho que soy monstruo y laberinto.
Más de veinte mil días avanzando, siempre penosamente, siempre a contracorriente, por esta enmarañada fundación donde giran los vientos y se cruzan en todas direcciones paisajes y paredes tapiándome la puerta. No sé si al continuar no retrocedo o si al hallar un paso no confundo por una bocanada de niebla mi camino. Tal vez volver atrás sea como perder dos veces la partida, a menos que prefiera demorarme castigando las culpas o aprendiendo a ceñir de una vez para siempre los nudos de la duda y el adiós, pero no está en mi ley el escarmiento, la trampa en el reverso del tapiz, y tampoco podré nacer de nuevo como la flor cerrada. Habrá que proseguir desenrollando el mundo, deshaciendo [el ovillo, para entregar los restos a la tejedora, comoquiera que sea, en el extremo o en el centro, a la salida. He visto varias veces pasar su sombra por algunos ojos, cubrirlos hasta el fondo; varias veces graznaron a mi lado sus cuervos. Perdí de vista fieles paraísos y amores insolubles como las catedrales. Encontré quienes fueron mis propios laberintos dentro del laberinto, así como presumo que comienza uno más donde se cree que éste se termina. Extravié junto a nidos de serpientes mi confuso camino y me obligó a desviarme más de un brillo de tigres en la noche entreabierta. Siempre hay sendas que vuelan y me arrojan en un despeñadero y otras me decapitan vertiginosamente bajo las últimas fronteras. Recuento mis pedazos, recojo mis exiguas pertenencias y sigo, no sé si dando vueltas, si girando en redondo alrededor de la misma prisión, del mismo asilo, de la misma emboscada, por muchísimo tiempo, siempre con una soga tensa contra el cuello o contra los tobillos. A ras del suelo no se distingue adónde van las aguas ni la intención del muro. Sólo veo fragmentos de meandros que transcurren como una intriga en piedra, etapas que parecen las circunvoluciones de una esfinge de arena, corredores tortuosos al acecho de la menor incertidumbre, trozos desparramados de otro mundo que se rompió en pedazos. Pero desde lo alto, si alguien mira, si alguien juzga la obra desde el séptimo día, ha de ver la espesura como el plano de una disciplinada fortaleza, un inmenso acertijo donde la geometría dispone transgresiones y franquicias, un jardín prodigioso con proverbios para malos y buenos, un mandala que al final se descifra. Ignoro aquí quién soy. Tal vez alguien lo sepa, tal vez tenga un cartel adherido a la espalda. Sospecho que soy monstruo y laberinto.
(Olga Orozco)